SABER ESCUCHAR SU “TEMPO” Y ACOMPASARNOS A ÉL


En muchas ocasiones, cuando los niños presentan dificultades comportamentales y especialmente cuando son comportamientos que dificultan una convivencia tranquila, agradable... lo primero que pensamos es en buscar un profesional que les ayude con esos comportamientos. Buscar un profesional es un buen primer paso, pero hemos de ser consciente que una parte de esa ayuda es para nosotros, padres, y nuestra relación con el niño.
 Como padres además de observar la conducta, hemos de aprender a leer lo que hay detrás de esa conducta: ¿miedo?, ¿rabia?, ¿inseguridad?, ¿impotencia?, ¿celos?, ¿nadie me quiere?... En la medida que nos ejercitamos en esta práctica, es más probable que nuestra respuesta sea más adecuada a la situación, a la demanda del niño. Esto nos facilitará no responder desde el enfado, sino desde el “entiendo lo que te pasa” y vamos a buscar una solución entre los dos. Es un momento en el que la sintonía con nuestro hijo, hace que no se sienta solo y se pierda en el caos, todo lo contrario, siente que hay un capitán a su lado que le va a ir dando, instrucciones, pistas para recuperar la calma, el control. De ahí la importancia de nuestro equilibrio personal, equilibrio que nos ayudará a determinar si estoy en condiciones de responder adecuadamente al niño o por el contrario estoy cansado: porque ha sido un día muy largo, estoy enfadado porque el trabajo no ha salido como esperaba o mi estado de ánimo es bajo por otras circunstancias.
 Por lo que no debemos olvidar cuidarnos, para poder cuidar a los que tenemos a nuestro alrededor.
 Así hay días que estamos relajados, juguetones... y les permitimos a los niños que su juego sea un poco más “al límite”: que se suba al banco del parque, que se suba a nuestras espaldas... y otro día que estamos bien pero cansados, esa misma acción no se la permitimos: porque no se sube a los bancos pues se sienta la gente, no se puede subir a mi espalda porque se puede caer o me puede hacer daño sin querer...

Aquello que deseamos que nuestro hijo aprenda e incorpore ha de ser constante, consistente y no varía en función de nuestro estado de ánimo o de nuestro mayor o menor cansancio. Por eso a veces, no solo los niños, sino también nosotros, como adultos, necesitamos el apoyo, el asesoramiento de un profesional, el cual por un lado nos recuerda que no existen los padres perfectos y además no es bueno, pues por definición todos nos equivocamos y es bueno reconocerlo y asumirlo. Pues desde ahí es más fácil relacionarnos y entendernos con los demás, deseamos lo mejor para ellos, pero no que sean perfectos. Y por otro lado, nos pueden ayudar a recordar la importancia de sintonizar con los niños, para entenderles y dar la respuesta más adecuada, facilitándoles un desarrollo lo más armónico posible.

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