LA METAFORA DEL FUEGO Y LOS PERIODISTAS.
En su libro “Anatomía del espíritu” la autora Caroline Myss habla de un trabajo que les pidió una profesora siendo alumna de periodismo para hablar de la objetividad en un buen reportaje periodístico. La autora escribe:
Ser objetivo, nos dijo, significa mantenerse emocionalmente distanciado del tema sobre el que se está haciendo el reportaje, y atenerse solamente a los “hechos” que se describen o explican la situación. Nos pidió que imagináramos un edificio en llamas y a cuatro periodistas situados cada uno en una esquina distinta para cubrir la información sobre el suceso. Cada uno tendría una perspectiva distinta del mismo incendio. Cada uno entrevistaría a personas de la esquina donde estaba. La pregunta que nos planteó la profesora fue: ¿qué periodista conoce los hechos reales y tiene el punto de vista correcto?, es decir ¿cuál de ellos veía la verdad?
Esta metáfora me ha parecido muy útil tanto en mi trabajo como en mi vida personal. Me parece muy aplicable a nuestro trabajo cotidiano en el sistema de protección , donde actuamos numerosos profesionales con distintas funciones y puntos de vista. Cuántas veces nos enfadamos o sentimos molestos o impotentes porque otro profesional no entiende o comparte nuestro punto de vista? ¿Cuántas veces no entendemos o tachamos de descabellado lo que ese mismo profesional hace en su actuación con la familia, con el menor...?. Me pregunto si eso no se debe simplemente a que no estamos en “su esquina” y no tenemos la misma perspectiva, o no estamos, como en la metáfora, entrevistando a las mismas personas. No es igual la visión o “perspectiva” que tenemos de un o una menor la profesora del colegio, el educador del centro residencial, el psicólogo que hace terapia con él, el coordinador de caso de la sección de protección a la infancia, los profesionales de un programa de intervención familiar… ¿quién conoce mejor los hechos reales? ¿Quién tiene el punto de vista más correcto? ¿Quién sabe “la verdad”?. En nuestro trabajo creo fundamental la comunicación y coordinación de las diferentes visiones de una familia o menor para tratar de acercarnos más a esa verdad (si es que existe alguna verdad total) más que enfrentarnos en luchas estériles para demostrar que la perspectiva de uno es más acertada que la del otro.
Respecto a los menores ¿cuántas veces nos hemos empeñado en que el niño o la niña se “dé cuenta de cómo son sus padres, de que vean “la verdad”? Y me pregunto ¿Sabemos nosotros lo que sienten y viven desde su “esquina” de hijos? ¿Podemos acceder a su perspectiva y su “verdad”? ¿Cuántas veces la respetamos o la tenemos en cuenta?
Y sobre sus padres o familia ¿Sabemos de lo que se vive en su “esquina”? ¿Tenemos derecho a hacer juicios tan gratuitos como los que a veces hacemos asegurando que “si los quisieran de verdad harían o no harían tal o cuál cosa”?.
También aplico esta metáfora en mis terapias con los menores en situaciones en las que hay mucha confusión y mensajes que les confunden. Veces en las que una madre intenta que su hijo vea lo malo que ha sido su padre y lo comparta desde la misma “esquina”; o viceversa, es el padre el que descalifica a la madre, los abuelos a una madre, la madre a los abuelos… En estas ocasiones dibujo primero el ejemplo del fuego y los periodistas y les planteo las mismas preguntas. Una vez que entienden que no hay una única verdad dibujamos en el centro a esa persona (por ej: el padre) y a su alrededor, simulando las distintas “esquinas”, dibujamos en círculos a la madre, los abuelos, el niño, un amigo o compañero de trabajo… Y ahí empezamos el trabajo: ¿cómo es en realidad tu padre? Y acompaño al niño o niña a través de las distintas miradas: tal vez para tu madre no fue un buen marido pero para tus abuelos fue un buen hijo; o tal vez no fue un buen marido ni un buen hijo, pero es un buen amigo, o un buen trabajador… y la pregunta más importante ¿Cómo padre quién puede hablar mejor desde la “esquina” del hijo que el propio niño?
Nosotros, como profesionales ¿sesgamos las visiones del niño con un contenido o visión que viene desde “otra esquina” o les permitimos descubrir lo que viven como hijos?
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