CAMBIO DE MIRADA

 


Últimamente tengo muy presentes a los centros del sistema de protección y cómo no a quienes los habitan: educadores, personal de cocina, de limpieza, de mantenimiento… no se me olvidan los menores, los NNA que realmente los habitan, pues son sus hogares en el momento presente.

Hablamos mucho del mindfulness, de vivir, tomar consciencia del presente, pues desde aquí me gustaría enfocar la mirada consciente

   

hacia los adultos que son, sois los que facilitáis el alma de los mismos. Así lo creo y así lo deseo. ¿por qué lo creo y lo deseo? Porque siempre estamos hablando de la importancia del lugar seguro y cuando lo hacemos nos vamos instintivamente a los hogares de todos y cada uno de estos NNA, pero no podemos olvidar que los centros son su lugar, son su casa y desde ahí yo me pregunto y me encantaría hacerme la pregunta con todos y cada uno de vosotros: ¿cómo hacemos de nuestros centros “lugares seguros”? No es tarea fácil, pues hay gran variedad de personas, con formas de entender la vida, de vivirla, con historias de vida completamente diferente y desde ahí completamente ricas y con capacidad de aportar unas a otras y por lo tanto recibir y seguir enriqueciéndonos y creciendo.

Hay muchos elementos a tener en cuenta para fomentar que los centros sean “lugares seguros”, es decir, lugares en los que pase lo que pase se acoge, se mira a la persona (no a la acción únicamente), donde se sientan vistos, escuchados, comprendidos, validados… Esto va unido siempre con los límites, tan necesarios para crecer en todos los sentidos, unos límites consistentes, facilitados desde el “me importas”, “eres valioso para mí”. Unos límites y unas reparaciones del daño que dignifican tanto al que los pone como al que los recibe.

Para ello, creo que puede ser interesante que nos miremos como adultos que estamos educando, mirarnos con cariño y respeto, no desde la crítica y la auto exigencia.

¿Por qué es importante mirarnos? Pues porque como personas que somos, no siempre tenemos un buen día e incluso sin tener un mal día hay cantidad de cosas que vienen con nosotros, aunque no nos demos cuenta. Por eso es importante pararnos y mirarnos con dulzura, la acidez nos hace cerrar los ojos y rechazar eso que nos la proporciona. Desde ahí podemos tomar consciencia de aquello que hacemos, nuestros aciertos y nuestros errores. También nosotros nos equivocamos y desde ahí enseñamos a los NNA que los errores forman parte de la vida, por eso si nos atrevemos a mirarnos y mirar nuestros errores nos aportaran grandes enseñanzas, los errores son posibilidades para el cambio. También nos pone ante el reto de aprender a perdonarnos por los errores y el daño producido, esto nos genera una dinámica en la que nos situamos frente al otro, (que también comete errores y los NNA, por edad, los cometen de una forma más continua), de una forma diferente, más humana.

Perdonarse implica aceptar la propia vulnerabilidad (que en estos tiempos que corren se nos presenta de una forma tan palpable), la nuestra, que no por ser adultos estamos libres de ella, no, todos somos vulnerables, siempre.

  La fragilidad forma parte del ser humano, pero es cierto que hay para quienes la vulnerabilidad es tan patente, que hasta les dificulta respirar y desde ahí, dan los manotazos que dan,

 pero es pura necesidad de supervivencia (quizás en este tiempo hemos sentido en nuestras propias carnes esta vulnerabilidad que no nos deja respirar, nos ahoga, dando lugar a respuestas y reacciones bruscas). Los errores por lo tanto forman parte del camino y lo único que podemos prometer es intentar hacerlo lo mejor posible, esta promesa nos deja abierta la posibilidad real de intentarlo una y mil veces hasta acercarnos a una respuesta, un modo de hacer en el que nos aceptamos en nuestra humanidad con nuestros propios límites y dificultades. 

Atrevernos a mirarnos así, nos facilitará la necesidad de estar regulados, para poder regular a los NNA con quienes convivimos. No les puedo exigir que se regulen si yo como adulto no estoy regulado en este momento. Ambos necesitamos volver a la ventana de tolerancia y desde ahí poder hablar de lo sucedido.

Los NNA para que puedan regularse de forma más autónoma, necesitan modelos que le faciliten el volver a la calma, necesitan de adultos que se saben con grietas y por momentos nos sentimos atrapados en ellas. La diferencia es que nosotros podemos hacer ese trabajo constante y reconocernos y perdonarnos y querernos y… retomar con honestidad. Cómo me gustaría que pudiéramos conversar sobre esto y ver las diferentes opciones y posibilidades para convertir nuestros centros en “lugares seguros”.


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