NECESIDADES. ELEGIR CADA DÍA SER AFECTIVO CONSCIENTE Y SISTEMÁTICAMENTE

 

Pepa Horno nos recuerda que existen dos necesidades básicas y universales: sentirse seguro y sentirse amado. Cubrir la necesidad de seguridad nos permite sentirnos protegidos, cómodos y también nos permite controlar todo lo que nos rodea, es decir, nos permite prever, anticipar. Sentirnos amados, sentirnos sentidos, nos lleva a conectar con el otro, sentirnos parte de un grupo, familia. Esta necesidad básica e íntima de pertenencia nos permite crecer sintiéndonos bien apoyados, sostenidos… Nos facilita, de forma natural, ampliar nuestro desarrollo, nuestro crecimiento, como hace la gota en el agua, de forma armoniosa. Sabiéndose bien arraigada desde la raíz de la seguridad y el sentirse amado, visto, aceptado.

Hay muchos niños que necesitan adaptarse una y otra vez a un nuevo entorno hasta que llega el definitivo… ¡cuándo llega! Adaptarse a un nuevo entorno es todo un reto para aquellos cuya historia de relación y cuidado no les ha posibilitado un modelo sano para interactuar en una relación permanente y por lo tanto estable.

Cuando los niños inician un proceso adoptivo, con adultos deseosos de comenzar una relación de crianza, deseosos de construir una familia o ampliarla, creemos que el deseo inmenso y el cariño, es suficiente, pero no, es importante pero no podemos olvidar que el vínculo afectivo no se construye únicamente diciéndoles a los niños que a partir de ahora ya van a estar bien, a salvo, cuidados, protegidos, queridos… Se nos olvida que el vínculo afectivo se construye sobre el vínculo básico de la seguridad. La seguridad sentida, experimentada, interiorizada. Algo que los niños que han sido sufrido maltrato, abandono… no han experimentado. Por el contrario, han experimentado que los adultos, según su experiencia, no somos confiables, respetuosos, amorosos… Facilitar que los niños se sientan seguros al lado de los nuevos adultos (padres adoptivos, educadores cuando están en un recurso residencial, acogedores…), es necesario.

Para ello es importante que seamos:

  • -Predecibles para el niño.
  • -Capaces de entender y regular sus momentos de desasosiego, intranquilidad, preocupación, miedo, tristeza, inseguridad, enfado… Pepa Horno nos recuerda que la autorregulación emocional es el equilibrio entre el corazón y la tripa. El corazón nos mueve a entregarnos, a decir sí y la tripa nos sirve para protegernos, para decir no. Es decir, es importante saber para qué hago lo que hago, desde dónde lo hago y especialmente, cómo lo estoy haciendo. Esto nos va a ayudar a ser conscientes de cómo educamos.

 ¿Cómo hacerlo?

-         Siendo afectivos conscientemente, elegir responsablemente cada día ser afectivo de forma sistemática. Ya hemos indicado que el modo en que hacemos las cosas cambia el significado de lo que hacemos. El afecto se ha de mostrar y convertirlo en una práctica cotidiana en nuestras relaciones, especialmente en estas relaciones de las que estamos hablando: abrazando, contando cuentos, comiendo juntos, jugando con ellos, diciéndoles que son un regalo tenerles, diciéndoles palabras que les facilita revestirse de cariño, amabilidad, dignidad, valor… La palabra es condición de posibilidad. Hay palabras que embellecen, construyen y otras por el contrario hieren.  Ese modo de hacer, la mayoría de las veces, tiene que ver con nuestra propia historia afectiva. Especialmente en momentos de estrés, tensión… De ahí la importancia de leer nuestra propia historia con respeto, sin juzgarla, con cariño, reconociendo todo lo que la conforma. 

-         Aprendiendo a interpretar las señales de necesidad que nos lanzan: por momentos serán señales casi imperceptibles, de ahí que pensemos que no necesitan nada (son bastante autónomos…). Sin embargo, lo que sucede es que el niño ha aprendido a no pedir, porque su petición no va a ser escuchada y por lo tanto no va a ser satisfecha. Otras veces sus señales nos confunden, pues pueden pedirnos que estemos cerquita, que no les dejemos solos, pero a la vez, cuanto más nos acercamos más aumenta su malestar, su rabieta y les dejamos solos. Se nos olvida que otros adultos, cuando se han acercado ante esta necesidad, les han violentado. Otras veces necesitan orden ante el caos interno, pero si lo leemos como una pauta conductual de “vagancia”, “desorden” y nuestra respuesta es el enfado, el grito, la desesperación, no cubrimos su necesidad de ser leídos de forma comprensiva y por lo tanto no les facilitamos comprender que les pasa, entenderse (mentalizar).

-         Diferenciando mi necesidad como adulto de la necesidad del niño. A veces nos pesa mucho nuestra propia necesidad: “estoy cansado, necesito que termine pronto la tarea para cenar e irse a la cama y poder descansar un poco”, “tiene que levantarse sin protestar y contento, no remolonear, ya sabe que no puedo llegar tarde al trabajo” … Los adultos estamos en una dinámica hiperevolucionada, de tal forma que estas urgencias y otras cotidianas, nos dificultan leer primero su necesidad: quizás hoy ha dormido más inquieto, por eso necesita ir más despacio o quizás necesita pasar más tiempo con nosotros y por eso alarga la tarea o…

-         Aprendiendo a regularnos primero nosotros como adultos, así le enseñaremos con los hechos como nos podemos regular, cómo nos podemos calmar de forma adecuada.

-         Sabiéndonos disculpar, como adultos, pues a veces metemos la pata. Pero somos conscientes, podemos rectificar y volver a intentarlo. Algo que nuestros hijos hacen constantemente al intentar no desbordarse en el cole, al intentar no responder desde el enfado, hacer la tarea de forma ágil para poder jugar después…

Seguro que podemos añadir los intentos que hacen por desaprender aquello que han aprendido en una relación que les aportaba inseguridad, para facilitar aprender desde esta nueva base de seguridad. Si podemos leer, ver, escuchar, sentir su necesidad diferente a la nuestra como adultos, podremos ir ampliando la pieza básica de la seguridad sobre la que construir el vínculo afectivo. Para ser conscientes de su necesidad nos puede ayudar, al finalizar el día, anotar aquellas necesidades vistas, sentidas y cubiertas y cuales se nos han escapado… todo tiene solución, lo hemos visto, somos conscientes… mañana lo intentaré de nuevo


 

 

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