"Incertidumbre y protección".

 

En marzo de 2020 el virus paralizó nuestras vidas. Comprometió nuestra seguridad física y emocional. En estos meses raros, extraños y desconocidos, nuestros cuerpos y nuestras mentes intentan adaptarse al cambio. Unos, gestionando las emociones. Otros, reprimiéndolas. Y algunos negándolas.

No es el objetivo de este post hablar del virus, ni dar pautas como profesional de salud mental. Hay infinidad de información sobre ello que puede incluso abrumarnos.

Con estas líneas quiero hacer entender, o por lo menos acercar a la gente, lo que los niños y niñas que están en el sistema de protección viven en su día a día. Posiblemente la inseguridad, que estamos sintiendo en estos meses, nos acerque un poquito a todo ello.

Gran parte de niños y niñas tutelados/as nacen en familias que no tienen capacidad o carecen de  habilidades para cuidarlos. Las razones por las que no pueden hacerlo adecuadamente son varias:

·         el propio modelo de cuidado,

·         enfermedad física,

·         enfermedad mental,

·         incapacidad parental,

·         toxicomanías,

·         abandono,

·         etcétera.



Los niños llegan al sistema de protección por desamparo. Vivencias de malos tratos, negligencia, abandono u otros. Sus familias no han sabido o no han podido cuidarlos.

Un día, unos señores o señoras aparecen y llegan con la tutela, sí la tutela. Una palabra que aparece en sus vidas y que se repite una y otra vez sin poder entender qué es eso. Solo saben que salen de casa y se les lleva a un centro o a una familia de acogida, algo totalmente desconocido, muertos de miedo y sin saber qué va a ser de ellos. Su mundo, aunque no fuera bueno, era lo conocido.

Unos se bloquean, otros luchan, otros huyen… Poco a poco van conociendo quiénes son los educadores o los acogedores, se van adaptando a un nuevo contexto con otro ritmo de vida y anhelando cuándo llegarán las llamadas o las visitas de sus familias.

En el colegio o en el instituto, unos dicen de ellos o de ellas “que sus padres no los quieren y por eso están en un centro o con otra familia”. Y otros muchos dicen “que como se porta tan mal le han llevado a un centro para que aprenda”.

Y entre todo este tsunami, está el niño, la niña o el/la adolescente, sumergido en una gran inseguridad que impide que haya nada más: ni exploración, ni juego, ni aprendizaje. Solo subsistencia. Sin poder sentir la seguridad que es la base de cualquier otra cosa. Paulatinamente los centros de protección y familias de acogida, contienen su tristeza, su rabia, su angustia y comienzan a crear relaciones de cuidado, alejadas de aquella idea de reforma que la mayoría de gente tiene en su cabeza.

Muchas de sus necesidades básicas y de afecto no han sido satisfechas consolidando en el psiquismo de los niños y niñas la creencia de que no son valiosos. El buen cuidado significa atender, entre otras, sus necesidades físicas, emocionales y sociales. Entendiendo que la alimentación afectiva es tan necesaria y nutre tanto, o más, que la física.

No podemos borrar los acontecimientos traumáticos que han vivido, pero quienes formamos parte del sistema de protección podemos y debemos ir conformando, en la medida de lo posible, seguridad. Primero e imprescindible ambiental para después ir hacia una interna. ¿Cómo?

·         Generando entornos de seguridad.

·         Acompañándoles y “mirándoles” desde la aceptación incondicional.

·         Conteniéndoles y cuidándoles emocionalmente.

·         Informándoles con explicaciones adecuadas sobre su vida y la de los suyos, por muy dolorosa que sea la verdad, duele mucho más no saber. Además, los seres humanos solemos ampliar la información incompleta, por lo que si ajustamos a su capacidad y necesidad las explicaciones con informaciones certeras e íntegras, les ayudaremos a entender y elaborar una narrativa coherente de su situación.

·         Dotándoles de los recursos necesarios: cuidados sanitarios completos, adaptaciones curriculares individualizadas, intervenciones terapéuticas, etcétera.



Es difícil describir lo que esos pequeños corazones sienten, pero puede que la situación actual, de inseguridad e incertidumbre, nos acerque un poco a todos ellos.

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