Carmen. Una mirada al interior de la persona (Parte II)

¿Cómo abrir paso a la posibilidad?

Carmen necesita experimentar, buscar al otro y que el otro responda atendiendo a su sufrimiento (lo que no significa la exigencia de satisfacerla necesariamente en cada situación, sino acoger lo que expresa); necesita muchas repeticiones de esta situación para que vaya encontrando ese camino y se vea como sujeto de la posibilidad.

El mensaje a Carmen no puede ser que hay que estar muy mal para pedir ayuda ni que tiene que llegar a hacerse cortes para que el otro salga a su encuentro. De no verlo así, lo que hacemos es que tenga que aumentar la intensidad de su torpe demanda, mostrarse más en precario, con mucho sufrimiento para que el otro conecte, la mire y atienda.

Explicaré ahora cómo en una sesión con Carmen se empezó a vertebrar lo que está siendo una parte muy importante del trabajo con ella.

Un día me hablaba de los cortes que se hace cuando se siente muy angustiada. Acordamos que cuando tuviera ganas de hacerse daño podía llamarme por teléfono.

El sentido terapéutico de esto es que ante la angustia se busque una alternativa al daño, se abra una alternativa a éste en el vínculo con el otro. Se trata con ello de que pueda experimentar que cuando se está muy desesperada puede dirigirse a otro que acoja, contenga y regule, basándonos en las ideas de Spitz del otro como organizador psíquico. Así, de esta forma, ir haciendo experiencias donde el vínculo con el otro es de cuidado porque ella tiene un lugar.

Para ello era fundamental que las personas que trabajan en la residencia de menores donde vive Carmen comprendieran la trascendencia de estas llamadas y que cuando ella manifestara su malestar no se cuestionara su sentir. De hecho, si ella pedía llamarme debíamos poder entenderlo como un cambio y un hecho que nos indicaría que algo estábamos haciendo bien.

Además, si no conseguía contactar por teléfono quedé con Carmen en que buscaría alternativas tales como escribir una carta cuando estaba mal para traerla a sesión la siguiente vez y pensar qué le pasaba en ese momento en el que tan mal se había sentido. En aquel momento, ella aun no contemplaba la posibilidad de recurrir al personal de la residencia.

Entiéndase que no se trata de garantizar a Carmen que yo pueda atenderla inmediatamente -aunque sí ha de existir un compromiso de atender esa llamada siempre que sea posible- sino trabajar para que ella me sepa implicada e interesada y, por tanto, que me pueda incorporar en su psiquismo en la ausencia, que no es vacío.

En este ejemplo es algo extraordinario desde el punto de vista terapéutico como Carmen descolgará un teléfono cuando está angustiada en vez de hacerse daño. Aquí aparece el sujeto de la acción, de la resiliencia. Ojalá sean conscientes las educadoras de lo mucho que ayudaron a Carmen permitiendo que me llamara cuando ella lo pedía diciendo que estaba mal, sin cuestionar si estaba lo suficientemente mal, simplemente acogiendo el criterio de la chica. El simple hecho de escucharla en su demanda es una gran ayuda. Y que ella se dirija a las educadoras es una señal de que Carmen las tiene en cuenta también como posibilidad para su vida.

Dediqué tiempo a conversar con las educadoras sobre Carmen y todas estas complejas cuestiones que era muy necesario entender. También tuve la oportunidad de comprender lo difícil que lo podía llegar a poner la menor y la importancia de colaborar con estas personas.

Y así fueron sucediendo cosas importantísimas para Carmen. Por ejemplo, un día vino muy contenta a sesión contándome que, en la visita al psiquiatra, éste hizo pasar a la educadora y delante de ella la preguntó cómo había visto en ese mes a Carmen. La educadora comentó que no la veía bien y que tenía la sensación de que en ese tiempo había estado más triste y preocupada. Carmen me contaba muy asombrada que no sabía que las educadoras se hubieran dado cuenta de su malestar, es decir, que la miraban. Ella está descubriendo que tiene un lugar en el pensamiento de alguien. Está asistiendo a la experiencia del cuidado.

Por tanto, el camino terapéutico en la intervención es que las profesionales vayamos aflojando la defensa con la que Carmen funciona. Es decir, si sus conductas dañinas aparecen, entonces más atentas tendremos que estar. Sería algo así como “cuanto más te empeñes en alejarnos, más te vamos a querer porque sabemos lo que estás sufriendo”. Somos nosotras las que no podemos dejarnos manipular por su síntoma y alejarnos de atender y asistir a su sufrimiento. Que su síntoma nunca impida que dejemos de ver su dolor.

Cabe matizar que no se pretende afirmar que el hecho de que Carmen experimente experiencias relacionales reparadoras y de cuidado sea suficiente. Si bien, nos es el objetivo de este texto, es pertinente especificar que fue fundamental el trabajo terapéutico  de elaboración para que Carmen dejase de trasladar la escena infantil a sus vivencias actuales; sin esta elaboración por mucho que las educadoras, profesores, etc. acojan, Carmen no podría recibir el cuidado.

En resumen, si logramos decodificar las conductas de daño, si las atendemos sin despacharlas rápidamente y somos capaces de traducirlas bien, estaremos en el camino de ayudar a Carmen -y a otros niños y niñas como ella- a que acojan el dolor de su propia existencia y con ese dolor la hagan posible. Y que en adelante sea su daño el que rechacen -y el daño de los otros- y no su vida.

 

Referencias bibliográficas

Pereña, F (2013). De la angustia al afecto. Madrid: Síntesis

Ruiz, P. (2016). El cuerpo pulsional, Madrid: Seminarios las huellas del psicoanálisis en el pensamiento contemporáneo

Spitz, R. A. (1978, 1ª ed. 1958). El Primer Año de Vida del niño. Buenos Aires: Aguilar.

White, Michael y Epston, David (1993). Medios Narrativos para fines terapéuticos. Buenos Aires: Paidos.

 

 

 

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