La coraza que des-protege

El apego es lo que entendemos como el lazo afectivo que sienta las bases para el desarrollo de las capacidades del niño y lo prepara para el aprendizaje y relaciones futuras, al mismo tiempo que le proporciona seguridad y le ayuda a adaptarse a los cambios. Pero, ¿qué pasa cuándo los adultos que nos cuidan no desempeñan bien su papel y somos desatendidos y rechazados en esta primera infancia?

Los menores con los que trabajamos son muy diferentes, cada uno tiene su propia historia, pero algo que comparten son las dificultades en los vínculos tempranos, ya que su infancia está expuesta a situaciones de desprotección y mucha vulnerabilidad. Por ello, es muy probable que estos niños sufran déficits en sus relaciones.

El apego evitativo es un tipo de apego inseguro, que se produce cuando los cuidadores no están disponibles de forma reiterada o rechazan el contacto con el niño. Como consecuencia, el menor, pone en marcha una estrategia para adaptarse que minimice la búsqueda de proximidad con los cuidadores, construyendo una relación en la que predomina la falta de conexión emocional. Es por ello, que durante su desarrollo pueden verse incapacitados para identificar, expresar y reconocer emociones, tanto en sí mismos, como en los demás.

Con el tiempo, estos niños crecen y configuran un patrón en el que devalúan la importancia de las relaciones, inhibiendo sus emociones y aislándose de los demás. Se pueden mostrar distantes, porque no han descubierto la función relacional que juega el afecto. Puede parecer que su preferencia es el individualismo frente al vínculo con los otros, pero la verdad es, que su mejor protección es la huida de la intimidad, manifestando una aparente independencia. La evitación social es una forma de protegerse frente al abandono, y esto inevitablemente les conduce a la soledad.

Entender este proceso es crucial para procurar su buena evolución futura; a los profesionales nos ayuda a promover una favorable relación terapéutica y a trabajar la importancia de tener apoyos y solicitar ayuda, mientras que a las familias les permite desculpabilizar sus intentos de acercamiento.

Entonces, ¿qué podemos hacer para ayudarlos a recuperar la confianza en sí mismos y en los demás?

Las experiencias relacionales positivas son un pilar fundamental, por lo que se recomienda a los cuidadores proporcionar un ambiente de seguridad y estabilidad, mostrar una aceptación incondicional y reparar los daños con la ayuda de distintos recursos. La recuperación comienza con la reconciliación consigo mismo, su mundo interior y su dolor, permitiendo integrar su propia historia y llegar a reparar su autoestima dañada.


El siguiente video escenifica la aceptación y encuentro con la propia emoción:





Bibliografía:

Camps-Pons, S., Castillo-Garayoa, J. A., & Cifre, I. (2014). Apego y psicopatología en adolescentes y jóvenes que han sufrido maltrato: implicaciones clínicas. Clínica y Salud, 25(1), 67-74.

Gonzalo Marrodán, J. L. (2009) Guía para el apoyo educativo de niños con trastornos de apego. Edición digital: Librosenred.com

Mugica Flores J. J.(2011) Seminario: Adolescencia y adopción. Madrid.

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