Educar para vivir una sexualidad responsable.
Según las estadísticas,
una de cada cinco personas ha sufrido alguna forma de abuso sexual en
su infancia.
Un gran porcentaje de las
conductas, valores, creencias, actitudes, etc... de los seres
humanos, se han transmitido de generación en generación. Uno de
esos patrones es el sexual.
Si en la familia de origen las caricias, los toques y la expresión física del afecto son hábitos comunes y reforzados, existe una mayor probabilidad de que este modelo se repita en las futuras relaciones afectivas. Por el contrario, si un niño “mama” un modelo adulto de promiscuidad sexual o prostitución, tendrá mayor probabilidad de repetir esos comportamientos que un niño educado en otros modelos.
Esta transmisión, también valdría para los roles de género.
Los niños tienen que enfrentarse al mundo sin saber muy bien cual es la manera oportuna de hacerlo, deben de aprender normas, límites..., en esta tarea deberían estar acompañados por los adultos de su familia de origen. En la realidad del sistema de Protección a la Infancia nos encontramos, con niños que tienen que realizar ese enfrentamiento desde una familia de acogida, o desde un centro de menores, o incluso, desde varios de estos recursos y con la presencia e influencia puntual de su familia de origen. Somos conscientes que son muchos los adultos a educar, con sus propios patrones, creencias y actitudes sobre la sexualidad; y en muchas ocasiones en conflicto entre ellos. Esta variedad, no debe convertirse en impedimento ni en excusa para no fomentar una educación sexual responsable en nuestros chicos. Hay que trabajar para cambiar el sistema de valores y creencias de los niños si el de la familia de origen, o el del recurso donde reside en la actualidad no es el más adecuado. Cambiar una actitud es mucho más dificil que modificar las demostraciones sexuales, pero es responsabilidad de los profesionales intentarlo.
Si en la familia de origen las caricias, los toques y la expresión física del afecto son hábitos comunes y reforzados, existe una mayor probabilidad de que este modelo se repita en las futuras relaciones afectivas. Por el contrario, si un niño “mama” un modelo adulto de promiscuidad sexual o prostitución, tendrá mayor probabilidad de repetir esos comportamientos que un niño educado en otros modelos.
Esta transmisión, también valdría para los roles de género.
Los niños tienen que enfrentarse al mundo sin saber muy bien cual es la manera oportuna de hacerlo, deben de aprender normas, límites..., en esta tarea deberían estar acompañados por los adultos de su familia de origen. En la realidad del sistema de Protección a la Infancia nos encontramos, con niños que tienen que realizar ese enfrentamiento desde una familia de acogida, o desde un centro de menores, o incluso, desde varios de estos recursos y con la presencia e influencia puntual de su familia de origen. Somos conscientes que son muchos los adultos a educar, con sus propios patrones, creencias y actitudes sobre la sexualidad; y en muchas ocasiones en conflicto entre ellos. Esta variedad, no debe convertirse en impedimento ni en excusa para no fomentar una educación sexual responsable en nuestros chicos. Hay que trabajar para cambiar el sistema de valores y creencias de los niños si el de la familia de origen, o el del recurso donde reside en la actualidad no es el más adecuado. Cambiar una actitud es mucho más dificil que modificar las demostraciones sexuales, pero es responsabilidad de los profesionales intentarlo.
A mi modo de ver, cuatro son
los factores que necesitamos trabajar para facilitar la adquisición
de una sexualidad responsable en nuestr@s
chic@s:
- Información/conocimientos:
fisiología sexual y reproductiva, respuesta sexual, enfermedades de
transmisión sexual, anticonceptivos, orientación sexual,....
- Actitudes/valores:
responsabilidad, libertad, tolerancia, reciprocidad, autonomía,
respeto, sexualidad y amor, sexualidad como algo positivo,...
- Autoestima: imagen
corporal positiva, auto-respeto, auto-confianza, auto-competencia,
auto-control.
-Habilidades: asertividad,
comunicación, toma de decisiones,...
Puede parecer muy ambicioso
este proyecto educativo, pero es nuestra responsabilidad educar para
construir una sociedad más saludable. Debemos abonar el terreno para
que en las futuras generaciones, las estadísticas sobre el abuso
sexual disminuyan.
No consiste en educar para
no hacer o para asustar, sino para qué hacer y como disfrutar. No se
trata de cambiar demostraciones, sino valores, creencias y actitudes
para que logren una VIVENCIA DE SU SEXUALIDAD RESPONSABLE.
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