Educar para vivir una sexualidad responsable.
Según las estadísticas, una de cada cinco personas ha sufrido alguna forma de abuso sexual en su infancia. Un gran porcentaje de las conductas, valores, creencias, actitudes, etc... de los seres humanos, se han transmitido de generación en generación. Uno de esos patrones es el sexual. Si en la familia de origen las caricias, los toques y la expresión física del afecto son hábitos comunes y reforzados, existe una mayor probabilidad de que este modelo se repita en las futuras relaciones afectivas. Por el contrario, si un niño “mama” un modelo adulto de promiscuidad sexual o prostitución, tendrá mayor probabilidad de repetir esos comportamientos que un niño educado en otros modelos. Esta transmisión, también valdría para los roles de género.