"DAR" Y "RECIBIR": buscando el equilibrio.

Recientemente he asistido a un acto organizado para celebrar el Día Internacional del Voluntariado en Salamanca. Durante el concierto que daba el grupo Folk on Crest se proyectaban en una pantalla imágenes de personas voluntarias junto a los profesionales y personas que acuden a las asociaciones de la Red de Voluntariado Social de Salamanca. 

Fotos que reflejaban salidas al campo, campañas de captación y sensibilización; imágenes de horas compartidas elaborando comidas, jugando, haciendo manualidades con niños, mayores, inmigrantes, personas con discapacidad, personas con enfermedad… donde muchas veces no se distingue quién es cuál. Imágenes de sonrisas y sonrisas y más sonrisas, de abrazos, de cuerpo con cuerpo, de proyectos en común; imágenes de un presente que se comparte día a día, cada cual con su pasado y cada cual con su sueño de hacer un mundo mejor.

 La música, alegre y animada, los músicos entregados, espontáneos, risueños, y las imágenes de fondo despertaban emociones y sensaciones gratas e intensas en mí. Una frase cruzó mi mente mientras todo ese cóctel me impregnaba: “todos sonríen, todos se muestran felices”…. Y mi mente, que todo lo interpreta, quiso pensar que se sentían felices de cada momento compartido, de cada éxito logrado, de ese intercambio de amor humano… 

 Y esto me llevó a pensar la diferencia de colocarnos en un solo lado del binomio “dar y recibir”. Estamos en un permanente cambio entre “el dar y el recibir” y no siempre somos conscientes. Cuando creemos que sólo “damos” podemos sentirnos superiores y juzgar a los demás de ingratos o de sentir que están en deuda con nosotros. Cuando creemos que sólo “recibimos” nos sentimos pequeños, en deuda y con menos derecho a opinar y participar. Cuando esta balanza se encuentra equilibrada nos sentimos a la misma altura que las demás personas, con el mismo derecho a decir y hacer. Sentir que necesitamos a los demás nos hace más humildes y agradecidos; sentir que nos necesitan nos hace más humanos, cercanos y conscientes de que somos un eslabón más en la cadena de la humanidad. 

 Cuando intento trasladar esto a los niños y jóvenes con los que trabajo me doy cuenta de que continuamente los colocamos en el lugar del “necesitado”, del que “recibe”, del que “tiene problemas”, al que “hay que ayudar”, el que “no sabe”… privándoles de la experiencia de “dar”, de sentirse a la “misma altura que los demás”…. Pensaréis que como adultos no estamos en una relación de igual a igual puesto que hay una jerarquía, un rol distinto en cuanto a capacidad de dar, responsabilidad y poder. Pero sí es cierto que nuestra mirada de adultos puede verlos como personas con la misma capacidad de dar que de recibir. 

Las personas voluntarias suelen decir que reciben mucho más de lo que dan en su hacer de voluntariado. Las personas que rodeamos a estos niños y jóvenes, seamos terapeutas, padres, educadores, profesores…. pocas veces les decimos y agradecemos lo que recibimos de ellos y pocas veces expresamos en voz alta lo que aprendemos con ellos y de ellos. Muchas veces son verdaderos maestros con su forma de afrontar y sobrellevar la adversidad.

Hace una semana, cerrando la intervención con una joven le dije que me había encantado conocerla, que habíamos pasado buenos ratos y había aprendido mucho con ella y dijo sorprendida "ah, ¿sí?". 

Reconocer y agradecerles lo que nos aportan es lo que nosotros les “debemos” y lo que nos coloca en el lugar de otro ser humano que camina a su lado. Ayudándoles a encontrar un sentido y aprendizaje a sus dificultades, a descubrir con ellos todos sus recursos y posibilidades nos ofrecen a nosotros grandes retos y vivencias que nos enriquecen. 

Cada uno de ellos es un regalo que nos descubre algo nuestro: creatividad, paciencia, intolerancia, curiosidad, conocimiento, tenacidad, limitaciones, bondad, cariño… a saber; lo cierto es que con cada uno de ellos siempre hay un regalo.

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