"GRACIAS POR LA VIDA", el respeto a los padres

Esta semana me gustaría hablar del respeto a los padres y a las familias de los menores con los que trabajamos. En ocasiones me encuentro en la terapia con niños que rechazan a sus padres desde una actitud de superioridad y juicio que los aleja mucho de sus sentimientos reales. Escucho palabras de desprecio como “ese señor...” “mi madre para mí no existe” “yo no tengo padre, para mí está muerto”, ... Entiendo que hay dos motivos tras estas actitudes: uno representa una forma de defenderse del dolor por no poder contar con ellos como figuras protectoras y de afecto; con el otro los menores “adoptan” el juicio y las opiniones de los que les rodean y están dolidos con sus padres (el otro cónyuge, la familia, los profesionales...). 

Lo que intento en la terapia es que conecten con sus verdaderos sentimientos al margen de la opinión de los demás. Para su sorpresa, lo que se encuentran es algo muy diferente a lo que nombran: unas veces la necesidad de madre o de padre; otras la curiosidad y el vacío por alguien a quién no han conocido o ha sido por muy poco tiempo; otras la angustia y el miedo de perderles; el dolor del abandono; la preocupación excesiva por sus problemas.... Lo que pretendo con ellos es que conecten con su derecho a estar enfadados, tristes, asustados.... desde su posición de niños, desde su necesidad real, desde su “anhelo de padres” y no desde los criterios ajenos. 

 A través del roleplaying o de representaciones con muñecos trato de que vean cuál es el lugar de sus padres, el de sus abuelos y otros adultos y cuál es el suyo como hijos o hijas para que identifiquen los roles de cada uno de ellos. Así vamos viendo de quién nos viene la vida, quiénes cuidan de quienes, quiénes tienen que pedir y quiénes tienen que dar y qué tiene que dar cada uno de ellos. Los padres nos dan la vida, los padres cuidan de sus hijos, los hijos necesitan de los padres, los padres dan cariño, cuidados y protección, los hijos dan amor y respeto.... y así vamos redefiniendo el mapa muchas veces desordenado en estas familias. 

Una de las cosas que les ayuda a soltar esas actitudes de superioridad y prepotencia respecto a sus padres es visualizar que la vida les viene de los padres. Sean los mejores o peores padres, ellos no existirían sin sus padres. Eso les ayuda a colocarse en un lugar menos juicioso y cuando verbalizamos a través de los muñecos “gracias por la vida que me has dado” veo que se relajan y tranquilizan. 

Luego trabajando las dificultades de los padres, trato de que sean realistas, que entiendan que a veces los padres “no pueden” o “no saben” dar más. No vamos a inventar lo que no es; si sus padres no les cuidan no les voy a pedir que digan “gracias por tus cuidados”, eso se lo agradeceremos a educadores, familias de acogida o adopción que asuman en este momento ese papel pero sin los juicios gratuitos de “tus padres no te quieren” “a tus padres no les importas”. En este sentido, cuando a través de los muñecos yo verbalizo por boca de los padres “lo siento, no te puedo dar más” “lo siento, te doy lo que te puedo dar y lo demás lo tendrás que buscar en otro lado” “lo siento si te he hecho daño, asumo mi responsabilidad”... de nuevo veo que se tranquilizan y ven a sus padres con más respeto. 

Otra cosa que me gusta hacer con ellos y les deja buena sensación es la representación del genograma familiar con muñecos. Cuando el niño o niña se representa con su familia detrás, siente que pertenece a una familia, a algo más grande; cuando yo retiro a los muñecos que representan a los adultos y el niño o niña se queda solo su cara lo refleja todo, la sensación de soledad es tremenda. Cuando les pregunto qué imagen les gusta más siempre eligen la de toda la familia. Si les pregunto qué sensación les produce esa imagen, siempre es positiva: “que somos muchos”, “cariño”, “alegría”, “fuerza”, “que estamos unidos”... En general se van más contentos y relajados, tal vez porque descubre su propia pequeñez, tal vez porque sienten mi respeto hacia sus padres, tal vez por ambas cosas. La sensación de gratitud nos es más grata que la de exigencia, la de plenitud más grata que la de carencia.

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