A TI, QUE NO ME LEERÁS

 

Escuchaba a Pepa Horno hablar del Buen trato a la infancia, un tema transversal en sus intervenciones, y ella decía que esos buenos tratos son como el aire, un aire que es una vivencia. Ella dice que los niños no se saben ni se sienten bien tratados, lo viven. Así que entiendo que el mal trato también es un aire, que todo lo envuelve, que está por todas partes, y que es una vivencia.


Y ese aire es construido, exhalado, insuflado, por los otros en esa relación con el otro próximo que crea vínculo. Y esto crea estructura interna en el niño, no sabemos si sana, o no. Eso decía.

 

Y mientras la escuchaba me venías a la cabeza una y otra vez. Te veía reflejado en sus palabras, veía tan bien explicado lo que te pasa, lo que sientes, que en algún momento pensé que Pepa te conocía. Pero no era eso. Es que ella conoce del dolor y las necesidades de los niños, especialmente de los más vulnerables, y sabe de las responsabilidades de los adultos para con vosotros. Y de eso habla también tú historia.

Resumiendo, (mucho): me contabas que, después de una discusión en casa, os habíais dejado de hablar unos días. Y de tu relato me preocupó que dijeras que estabas mejor así.

- ¿Sin hablaros? -pregunté.

- Sí, porque así no me echan en cara cosas y me regañan todo el rato. Tampoco me dicen:  Sí quieres irte, ahí tienes la puerta. -Respondiste.

Y seguías, y dolía lo que decías, sobre todo a ti.

A ti, que eres un niño abandonado, ¿Cómo te resonaría en el cuerpo aquella amenaza de sufrir otro abandono?

E imaginaba una enorme grieta por donde caía tu frágil sentimiento de seguridad, con el pánico de no tener un saliente a dónde asirse, deslizándose vertiginosamente al abismo de la soledad. Porque tu familia acogedora seguramente no ha escuchado a Ana Badía decir que todo niño abandonado, (ella habla de adoptado, como ella), tiene esa herida del abandono y ese miedo a que vuelva a sucederle. Está grabado en su memoria somática.

Y continuaba Pepa:

-El buen trato conlleva la calidez física y emocional, la sensación de sentirse querido.

 Y seguías tú, en ese camino paralelo que mi cabeza había trazado:

-Es que se creen que con darme de comer y una cama, libros y ropa ya está todo hecho. Y no es verdad.  Eso lo puedo tener en un centro- (de menores, que tú ya conoces)-. Yo necesito saber que les importo, que me quieren.

Y ahí estaba tu grito de dolor; ese que en realidad tú no gritas, porque tú tienes acorazadas las emociones y lo dices como quien pide que le den un vaso de agua. Y llega como una bofetada que te deja helada por inesperada, como esas que tú relatas y a las que respondes con rabia. Pero esta es otra grieta, que me lío.

Y añadías:

-Lo que hago bien es mi obligación, sí, ¡vale! Pero me gustaría un ¡qué bien, que has sacado un notable!, una palabra que reconozca lo bueno. Pero no, ¡solo se fijan en lo que hago mal!

Y pensaba ¿qué imagen de ti te devuelve esa mirada?, ¿te ayuda a crecer, a ser resiliente, a madurar?

Y Pepa se empeñaba en que era necesario hacer del amor una vivencia, con la necesidad de expresar el afecto de forma sistemática, lo que ella llama afectividad consciente, que dice que es una competencia profesional obligada para los profesionales que trabajamos con niños. Estamos obligados a ser afectivos para dar buenos tratos.

        Y ahora dejo que uséis la lógica. Si para que haya buen trato es requisito que esté esa afectividad expresa, y no está, ¿qué hay?

Y nuestra guía nos lleva a otra encrucijada del camino: los límites. Explicaba que con ellos se generaban entornos seguros, que es un derecho de los niños y, por tanto, una responsabilidad de las personas que tenemos niños a nuestro cargo.

 ¡Ah, qué bueno! De esto sí tienes, límites sí que te ponen.

Pero enseguida esta alegría se nos cae al suelo como un avión de papel con mala aerodinámica, porque Pepa sigue, y dice que esos límites han de ser con consciencia. ¡Ah, qué interesante! Con consciencia, (otra vez esta palabra). Y al repetirlo reverbera la palabra en mi interior formándose un eco que llega a lo más profundo de mi ser.

Y vuelvo al otro camino paralelo, al tuyo. Y ahí veo otra grieta que resquebraja el muro de seguridad. Dejas caer que siempre buscan cualquier excusa para castigarte, sin salir, sin comprar el teléfono (que no tienes), sin… Y ahí está el adulto, - y su miedo, lo sé-, tirando y tirando de la cuerda, tensando y tensando, poniendo en ti toda la responsabilidad del cambio, en ti que eres un joven adolescente inseguro, dañado, perdido, dolido y abandonado.

Y vuelvo a imaginar, porque siempre me vienen imágenes, esos límites como una cuerda tan tensa que solo cabe una reacción si alguien no afloja un poco, y es pura física: se romperá.

Y entonces le pone luz a una parte del camino. Dice Pepa que para que esto se dé, el buen trato con consciencia, es necesario que el adulto haya integrado su historia de vida. Porque esto va de lo que el adulto pone en la relación con el niño, y lo que pone, es su historia de vida. Pone sus miedos, sus inseguridades, sus heridas, sus defensas, su gestión de emociones, su…SER. Y si no está integrado, si no está en paz con la infancia que ha vivido, trasladará todo eso al niño del que cuida, con el daño que eso puede generar.

Y me venía otra palabra que nos recuerda frecuentemente mi compañera Isabel en el contexto de la intervención psicológica: la intención. Se parece mucho a esta consciencia de la que hablábamos; es saber para qué, qué queremos conseguir con cada cosa que hacemos. Si nos preguntamos esto con nuestros chicos, todas las personas que estamos alrededor de ellos, puede que nuestra intervención incline la balanza hacia esos buenos tratos generadores de resiliencia, sanadores.

Preguntémonos para qué.

Si la respuesta beneficia al niño, está bien. Si me beneficia solo a mí, deberíamos revisarlo.

Gracias a las dos protagonistas de estos caminos de hoy, a Pepa, por sus aportaciones, y a ti, que no me leerás, por permitirme compartir parte del camino.


Fuentes:

Horno Goicoechea, P. (20 de abril de 2021). El entorno protector como condición del buen trato a la infancia. Jornadas de buen trato a la infancia y la adolescencia. bbk family.

 

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