MI DIARIO: TÚ VALES, TÚ PUEDES.

Alguien se preguntó un día: ¿por qué cantan los pájaros? Yo que trabajo en terapia me pregunto: ¿por qué las personas escriben en sus diarios sus vivencias, emociones y desgracias? Pues la respuesta parece ser la misma, porque tienen algo que EXPRESAR, COMUNICAR, CANTAR o SACAR. No lo hacen para transmitir un mensaje, ni  para ser escuchados o leídos ni tampoco para buscar alguien que les conteste o les  corrija, simplemente necesitan EXPRESAR.  

He podido comprobar que la mera expresión de vivencias y emociones  tiene un efecto maravilloso, porque sirve de desahogo y aumenta la sensación de bienestar.  Durante la terapia tenemos que intentar crear un contexto cómodo y seguro que facilite esta revelación. Una vez conseguido esto, pretendemos buscar y  potenciar los recursos personales que tienen todas las personas para solucionar sus dificultades y superar sus crisis. Esta mañana cuando me despedía de una persona con la que habíamos trabajado en terapia cerca de un año, al hacer el resumen de lo que había conseguido y como lo había hecho, me di cuenta que, junto con la alegría de despedirme de alguien que  había mejorado su bienestar, tenía otra emoción contraria, mitad tristeza y mitad rabia porque se llevaba con ella su experiencia. Me parecía egoísta no compartir con otras personas sus aprendizajes y éxitos. Por todo esto, quiero aprovechar la oportunidad que me da este blog para compartir con todos los lectores, la transcripción de un diario de una valiente chica de 16 años que un día apareció en mi sala de terapia y compartió conmigo su canto de esperanza; con la intención de que sirva de ejemplo de superación y logro.
“Os echo mucho de menos mis enanos, a ti también mi hermano mayor. Sé que ninguno pensábamos  que todo fuera a ser así, tampoco sé de donde saqué tantas fuerzas, para salir de aquella tortura, de aquel infierno en el que vivíamos. La vez que me fui de allí, pensé que no podría, me fui por aquel palizón, pensé que mi cuerpo no lo aguantaría, pero me equivoqué, fui fuerte y escapé. Siempre he pensado que no valía para nada, ya que mi padre se encargaba de decírmelo cada día. Cuando llegaba a casa del instituto, era entrar en el portal y se me ponía el corazón a mil, subía en el ascensor y era como ir entrando en ese agujero un  día más. Llegaba a la puerta de casa y oía a mis padres voceando, me quedaba sentada en las escaleras hasta que ya no se oía ninguna voz, por el miedo a entrar antes y que algo malo me pasara. Cuando al fin podía entrar, me solía abrir mi padre y es que era verlo y mirar hacia el suelo del terror que apoderaba mi cuerpo. Hacía mis tareas y me sentaba a descansar, mi padre me decía: ¿no tienes pensado hacer nada el día de mañana? Y cuando le contaba mis ilusiones y preferencias él me decía: bueno sí, pero si tú no vales para nada anda, no haces nada… no vales ni valdrás; y aunque yo le insistiera con lo contrario, seguía diciéndome lo mismo. Eso me dolía más que muchas cosas en este mundo. Nadie puede imaginarse lo que me  dolía escuchar esas palabras día a día, de tanto decírmelo me lo acababa creyendo que no valía para nada, que no sé qué sería de mí. Acababa de comer y me iba a mi habitación a llorar, sin saber qué hacer. Me dolía que todo esto  saliera de mi padre, no lo entiendo y seguiré sin entenderlo PAPÁ. Ahora me doy cuenta de que no me querías, pero nada bien, porque sé que soy capaz de eso y mucho más. Cuando llegué aquí (centro de menores), lloré y lloré, pensando que lo iba a pasar mal, que no aguantaría, pero una vez más me equivoqué. Poco a poco me empecé a centrar y pasé de ser la chica mala (llena de rabia y rencor) a intentar tratar bien a los demás y a aplicarme en los estudios. Cuando empecé, creía que no valía, que se me iba a hacer muy  difícil, pero otra vez me equivoqué. Poco a poco fui dándome cuenta que todo consistía en poner de mí y esforzarme. Así lo hice y me quedé sorprendida con los resultados obtenidos. Quiero dar las gracias a todas las personas, que sí han creído en mí, que me han apoyado y han estado a mi lado haciéndome creer que podía con esto y con mucho más. Jamás olvidaré este  hogar, ellos son como de mi familia, me han hecho sentir bien, me han enseñado a pensar por mí misma, a quererme y valorarme cosa que aún está a medias, pero que también soy capaz de lograr.”

Gracias a ti, por dejarnos leer y compartir una parte de tu vida. Ánimo y adelante. La vida te depara nuevos retos e ilusiones que superarás con éxito.  Nunca olvides que nadie debe humillarte ni infravalorarte, porque TÚ, SÍ QUE VALES.  Si a pesar de todo, alguien lo hace, escapa como lo hiciste en el pasado, porque TÚ, SÍ QUE PUEDES.

Comentarios