VALENTINA LA LOCA
Cuesta concretar las cosas que muchas veces resultan
inconcretables y mucho más las personas, tan complejas y con tantos recovecos
en su conducta.
A veces me gustaría hacer cajas durante al menos un mes al
año, sólo cajas…por esa necesidad de ver cómo todo tiene un principio y un fin.
Un final bello y bien hecho.
Suena egoísta, pero en esta profesión y más especificamente en
el trabajo con niños maltratados todo baila entre lo egoísta y lo generoso,
entre lo complejo y lo sencillo, entre las lágrimas y las carcajadas…entre
acompañar y salvar.
Concretamente ella, Valentina, es así, una superheroína. Pero
en lugar de lucir un traje con colores llamativos y todo lo opuesto a cálidos, sólo utiliza a modo de traje su sonrisa. Una
sonrisa que lo llena todo y pronostica a modo de sol que vamos a tener un buen
día, aunque nunca se sabe…pero lo que si sabemos es que la sonrisa, como en
todo superhéroe, anuncia que la superheroína está en marcha, trabajando. Eso
sí, sin capas que vuelen, trajes que paren balas o telas de arañas. Únicamente
con su encantadora y seductora sonrisa.
En el colegio dicen que está loca, será porque le gusta
llevar lentillas de color azul, porque sus brazos están llenos de cortes
verticales (profundos y superficiales) que van desde la altura de la muñeca
hasta la altura del codo o porque un día después de sacar punta al lápiz se le
clavó en la vena principal de la muñeca sin mediar palabra.
De pequeña ya le dijeron que estaba endemoniada, yo no
entiendo mucho de estas cosas, pero esto significará que tienes el demonio
dentro, ¿no?
Yo sólo siento que Valentina no sabe dar abrazos, no permite
sentir que es importante para alguien. Un día (en el que lucia la sonrisa), le pregunté:
-¿No te gustan los abrazos Valentina?
-Es que, me dan vergüenza
-¿Quieres que te enseñe a dar abrazos?
-Vale.
Por fin un abrazoooo, un abrazo sólido. Se desvaneció por
unos segundos la sensación de estar abrazando al agua por un abrazo que me
llegó hasta el dedo gordo del pie.
Claro que luego están los otros días, los días en los que
“todo está bien” (pero sin sonrisa) hasta que me habla de su madre o de su
ex novio.
Entonces me dice:
-Sois unos egoístas porque en esta vida hay dos clases de
personas, a los que les gusta la vida y a los que no. A mí me llamáis egoísta,
pero los egoístas sois vosotros, si uno es feliz con la muerte…
SILENCIO
-Porque quiero que sufran los mismo que estoy sufriendo yo...
-Es una opción… (Le respondo)
Ya no hay abrazos, sólo lágrimas contenidas y después,
gritos. Gritos desgarradores en los que ves perfectamente como el alma se rompe
en trocitos.
Y detrás de cada uno de esos trocitos hay:
-Una madre que tiene miedo a que Valentina le vuelva a
pegar, que se siente culpable por no evitar que la familia paterna abusara de
ella mientras ella se encontraba a muchos kilómetros de distancia de su hija.
-Promesas que no se cumplen y cada vez son más etéreas.
-Que su ex novio, es ex porque ahora está con otra chica
llamada Sara y hace apenas dos meses se prometían amor eterno.
-Decisiones que se toman motivadas por el miedo de los que
trabajamos con ella.
-Dolor, dolor, dolor…
Y al final entre mi necesidad de hacer cajas y la necesidad
de Valentina de quitarse la vida hay un punto común de lucha por la vida y a la
vez un cansancio extremo consecuencia de lo mismo.
El haber vivido la vida tan a lo ancho y con tan pocas
experiencias positivas y tantas negativas que le desbordan, que le aplastan,
que le enferman (como dice ella)… Cansada de ser una superheroína, con ganas de
descansar.
Yo sólo le puedo decir:
Gracias por existir,
por darme la oportunidad de conocerte y acompañarte y por enseñarme la
diferencia entre salvar y acompañar, por darme aquel abrazo tan inmenso como tú, por tu sonrisa, por tu
sinceridad a veces sin tapujos.
Seguiré a tu lado mientras me lo permitas, mi superheroína.
(Los nombres de los niños que aparecen a lo largo del texto han sido modificados para guardar su privacidad).
(Los nombres de los niños que aparecen a lo largo del texto han sido modificados para guardar su privacidad).
Es muy difícil conseguir un abrazo de una superheroína, así que yo nunca olvidaré el mío.
ResponderEliminarGracias por los recuerdos, Estrella, y por la belleza de tus palabras.
Muchas gracias Félix.
ResponderEliminarLo que más me ha sorprendido del artículo es que después de leérselo a la superheroína en cuestión y pedirle permiso para publicarlo, me pide insistentemente, con orgullo que no modifique su nombre, que no era necesario cambiarlo.
La dureza de algunas partes del texto pasaba a tener por unos minutos un papel secundario, donde lo principal y lo que le emocionó fue la redefinición de su locura. La mirada ya no era desde la pena o el asco (que es cómo ella casi siempre me dice que se siente mirada), sino desde el reconocimiento de su dolor y su esfuerzo. ¡Que pequeña, gran diferencia! Por eso muchas gracias a ti, por compartir esta mirada.
Aún recuerdo las primeras palabras sobre Valentina. Un escalofrío recorrió mi cuerpo... "Esto sí es un reto" - pensé. Un reto tras el cual se escondía una hermosa sonrisa donde todo valía: lo bueno, lo malo, la incertidumbre, la inseguridad... donde la palabra MIEDO estaba presente en la mayoría de los días; un reto con un nombre y apellidos. Ella sólo pretendía que se la tratara como una más.
ResponderEliminarUn día, al volver del instituto, me dijo: "Silvia, si tú formaras parte de una familia de acogida, ¿me acogerías?, ¿me llevarías a tu casa?... porque piensa que estoy loca. ¿Tú me tienes miedo?". No pude evitar sonreír y decirle: "Sí, pero tengo miedo a tus reacciones, a tus incertidumbres, a tus pesadillas... pero no te tengo miedo a ti. Estoy convencida de que en otro lugar, con otros medios... no te tendría miedo".
Me quedo con ese abrazo de despedida, ese abrazo que la enseñaron a dar; y ahora, mira por donde, los borda. Su despedida emotiva me dejó un sabor agridulce. En esa relación me hubiera gustado dar mucho más, pero me faltaron medios... no el equipo humano, un equipo impresionante de educadores que la hicieron sentir como que estuviera en "casa", en una casa normalizada.
Gracias, superheroina, por tener la suerte de haber recibido uno de tus abrazos. Gracias por dejarme haberte querido.
Aprovecho estas líneas para expresar mi reconocimiento al trabajo de todos los educadores de centros de menores, donde, día a día, se dejan la piel por creer en sus principios, por luchar por esos chicos que, con tantos miedos, sólo buscan encontrar una puerta que les permita asomarse a la felicidad.
Es cierto, un trabajo muy intenso que ya desde el primer momento sabíamos que iba a ser complicado.
EliminarSin saber el tiempo que íbamos a ser capaces de convivir con los miedos, el objetivo principal siempre fue sumar momentos positivos, sumar vida a sus momentos.
La despedida de Valentina: “POR PRIMERA VEZ ME HE SENTIDO COMO EN UNA FAMILIA”, por primera vez después de 15 años…más que esto no hay nada que se pueda decir para reconocer todas las emociones y sentimientos que hay detrás de ese BUEN TRABAJO.