LOS GRANDES DESCONOCIDOS

Me resulta sorprendente, y desalentador en muchas ocasiones, el gran desconocimiento que hay en la sociedad de las necesidades emocionales que tienen los niños y niñas que han sufrido algún tipo de maltrato familiar en su infancia. 
 En el trabajo diario escucho a los diferentes profesionales que trabajan con estos menores las trabas que se encuentran en sectores como el de la educación, la sanidad, el judicial… 

 Ejemplos de ello son el caso de Zacarías de 14 años, de quien su orientadora se niega a hacer un informe específico ni adaptaciones curriculares porque considera que el niño no tiene ningún problema, que es muy cariñoso y está perfectamente integrado con sus compañeros. Lo que sale en las sesiones terapeúticas es bien distinto, Zacarías habla de sus miedos a las burlas de los compañeros, los empujones en la fila o en los pasillos, a que se enfaden los mayores…; su “cariño” desde mi punto de vista es sumisión y condescendencia para evitar cualquier tipo de conflicto con pequeños y mayores. 

O el especialista digestivo de Manuel con 13 años y encopresis que, tal como el niño lo expresa en la consulta, le dijo “no tienes ningún problema médico, lo haces porque te da la gana”; de nuevo hay que explicarle que de eso nada, que algo se está resolviendo de una manera no deseable pero no es “porque te da la gana” y entre sus emociones en un papel escribe la vergüenza, el miedo, el enfado consigo mismo, la culpa cuando ve su ropa interior manchada. 

 O la desesperación de la madre adoptiva de Blanca que convive con ella desde hace 4 años, cuando se entera de que su hija de 13 pasa horas expulsada de clase en el instituto porque molesta y se porta mal. Cuando trata de explicar a los profesores sus necesidades y la situación vital que atraviesa se encuentra con respuestas del tipo “tu hija es perfectamente normal, se porta así porque le da la gana, la que nos das pena eres tú con el carácter que tiene”… Ella es capaz de ver cómo sus explosiones van disminuyendo y su confianza y seguridad aumentando a pesar de que generalmente necesita llevar el control de la situación y le cuesta dejarse guiar por los adultos. 

O la impotencia de algunos profesionales de las Secciones de Protección a la Infancia cuando en los procedimientos judiciales se ningunean sus trabajos de investigación y actuaciones de protección llegando a obviar y desestimar incluso los malos tratos físicos. Como defender entonces las carencias o secuelas emocionales de una negligencia o maltrato psicológico...

Recientemente, en la formación de un curso de Monitor de Tiempo Libre, abordé las necesidades individuales y grupales de algunos colectivos en materia de tiempo libre. Me percaté de que todo el grupo sabía qué es un niño con discapacidad (intelectual o física), o un niño inmigrante y las necesidades especiales que tienen a la hora de su integración. Todos conocían y daban por hecho que hay que trabajar la igualdad de género de forma que niños y niñas tengan las mismas oportunidades. Aunque quede mucho camino por hacer en este sentido, para todos eran temas que están en la calle. 

 Sin embargo cuando trabajamos las necesidades de los niños del sistema de protección el desconocimiento era bastante generalizado; para muchos de ellos eran nuevos el apego y sus trastornos, el trauma, los duelos, las pérdidas, los problemas de comportamiento, la inseguridad, desconfianza o desmotivación que muchas veces les acompañan. Una población con la que tal vez van a trabajar en sus espacios de tiempo libre y desde donde pueden hacer una magnífica labor de normalización y reparación del trauma, pues algo que realmente necesitan estos niños es jugar, divertirse y disfrutar de relaciones de iguales y adultos sanas. 

Por todo esto me parece fundamental que aprovechemos todos los espacios posibles para sensibilizar a profesionales y ciudadanos de a pie del reto que supone el día a día para nuestros menores y el derecho que tienen, como cualquier ciudadano, a disfrutar de espacios normalizados donde se atiendan de manera especial sus necesidades emocionales. 

PD: los nombres que se han utilizado son ficticios para no comprometer la identidad de los menores.

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