FÓRMULA MAGISTRAL PARA EDUCAR
Dentro de un mes celebraremos el
día de los Derechos del Niño y quiero aprovechar estas líneas para
hacer una reflexión y para explicar, la que a mi entender, es la
Fórmula Magistral que todos los padres
o educadores infantiles deben saber cuándo pretendan educar a un
niño.
En nuestra práctica terapéutica los
padres o educadores no se quejan o no piden ayuda para garantizar los
derechos de sus niños. Sin embargo, son frecuentes y recurrentes las
dificultades y las preocupaciones que nos expresan para inculcarles
deberes y responsabilidades. No es extraño
encontrarnos con las siguientes experiencias: “tiene … años y
su habitación parece una leonera”, “no le motiva nada, solo
quiere ver la televisión o jugar a la consola”, “se vuelve sordo
cuando le pido que haga algo”, “hacer las tareas escolares, es
una guerra diaria”, “se pasa todo el día pegándose con su
hermano”, “soy incapaz de hacerle comer o de que se vaya a dormir
a su hora”, “solo me cuenta mentiras y es un egoísta”, “no
me respeta”, “yo a su edad no era así”, etc…
Antes de explicar cuáles son los
elementos de la Fórmula Magistral, quiero
decir que los deberes, las responsabilidades y las normas son muy
importantes en la educación de los seres humanos en construcción,
como son los niños. ¿Por qué?, pues porque nos dan seguridad,
autocontrol, autonomía e independencia. Si conozco la norma y lo que
sucederá si la cumplo o no, aumenta mi seguridad, autocontrol y
tomaré decisiones más responsablemente. Aunque esto sea así, no
olvidemos que los niños, están en construcción y que necesitarán
siempre varios intentos para aprender y que en ese camino se
equivocarán varias veces.
Ahora sí, este es el momento de
conocer la Fórmula Magistral de la Educación:
Los padres y los educadores sabemos la
importancia de limitar el comportamiento de nuestros niños y
muchas veces nos agotamos en esta tarea, olvidando los otros dos
elementos, igual de importantes que el anterior. Los niños hacen
trastadas y en muchas ocasiones solo perciben que les ponemos normas,
que agotamos nuestras fuerzas corrigiéndoles; pero no sienten que
son queridos, que les valoramos por ser él o ella, las cosas buenas
que tiene y que hace. Percibe que le ponemos normas, que está muy
bien, pero no siente que le queremos. Suelo aconsejar a los
educadores-padres que me consultan con las siguientes palabras: “Yo
no sé si le quieres o no, solo lo sabes tú, pero si quieres que
salga adelante, además de ponerle normas y corregirle, tienes que
demostrarle que le quieres, sin condiciones, aunque se porte mal. En
el futuro va a volver a hacer chiquilladas y gamberradas, que debéis
corregir, pero diciéndole además que a pesar de todo le entiendes
y le quieres y hacérselo saber. El amor se hace, no se dice.”
En el fondo lo que debemos pretender, no es que nos obedezcan
puntualmente sino que consigan llegar a ser adultos responsables y
esto requiere su tiempo. Tiempo para limitar y tiempo para
disfrutar con ellos, de sus intereses, gustos, aficiones, sueños,
fantasías, puntos fuertes, valía y de su mundo.
Educar es una tarea dificilísima, pero
si podemos utilizar estos tres elementos, estoy seguro que el camino
será más sencillo.
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